Una relación tóxica no siempre comienza siendo destructiva. Muchas veces se disfraza de amor intenso, de promesas eternas o de un cuidado que, con el tiempo, se transforma en control, manipulación o dependencia emocional.
En este tipo de vínculos, el respeto, la confianza y la libertad —pilares de una relación sana— se ven reemplazados por celos, críticas constantes, chantajes emocionales o violencia, ya sea verbal, emocional o física. El desgaste no solo afecta a la autoestima, sino también a la salud mental y física.
Las señales de alerta pueden incluir aislamiento social, miedo a expresar opiniones, sentir que uno debe “caminar con cuidado” para evitar discusiones, o que el amor se ha convertido en dolor. Sin embargo, muchas personas permanecen en estas relaciones por miedo, dependencia emocional o la esperanza de que “todo cambie”.
Salir de una relación tóxica requiere reconocer el problema, buscar apoyo y, sobre todo, reconstruir la propia autoestima. El amor verdadero no hiere ni limita: nutre, respeta y libera.
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